
Es admirable como viven y trabajan las abejas. Su instinto las lleva a trabajar casi sin cesar, con una perseverancia, una diligencia y una productividad que se asombran al más indiferente.
La vida de la abeja es corta, no pasa de 50 días. Y durante ese tiempo alcanza a producir unos 25 gramos de miel. Para llenar el recipiente de un litro de miel en un día, ¿podemos imaginar cuantas abejas se requieren? Se afirma que para producir apenas medio litro de miel, las abejas hacen 2 millones 700 mil viajes de flor en flor y recorren 8 millones de kilómetros.
Frente a estos datos, cuan llamativo resulta encontrar junto a la noble abeja la presencia del zángano, el insecto macho que no produce miel, que no se gasta trabajando y que es un símbolo del hombre holgazán que vive de trabajo ajeno. ¡Que contraste entre la abeja y el zángano! Y este tipo de contraste, ¿no se advierte también entre los seres humanos?
Mientras abundan las abejas laboriosas, que atienden con responsabilidad su trabajo diario, están los otros, los que se creen listos, los tristes vividores, que sistemáticamente rehuyen todo trabajo que demande algún esfuerzo. Los primeros luchan y transpiran, en tanto que los segundos pasan la vida esquivando toda responsabilidad. Así esta divida la sociedad: unos empujando el carro y otros siendo llevados por el.
Pero como sucede en el mundo de las abejas, quienes se mueven constructivamente destila miel de sus buenas acciones y con ellas endulzan la vida ajena y labran el bienestar propio. Son como las abejas: se mueven con empeño y laboriosidad. ¿Y que diremos de los otros? Si, podrán llevar una vida mas liviana, aparentemente mas placentera, pero en el fondo sintiéndose inútiles y fracasados.
Cuanto más progreso y felicidad teñiría la gente, si no existieran los flojos y los holgazanes y si los que son realmente activos se ocuparan en hacer solo lo bueno.
La vida de la abeja es corta, no pasa de 50 días. Y durante ese tiempo alcanza a producir unos 25 gramos de miel. Para llenar el recipiente de un litro de miel en un día, ¿podemos imaginar cuantas abejas se requieren? Se afirma que para producir apenas medio litro de miel, las abejas hacen 2 millones 700 mil viajes de flor en flor y recorren 8 millones de kilómetros.
Frente a estos datos, cuan llamativo resulta encontrar junto a la noble abeja la presencia del zángano, el insecto macho que no produce miel, que no se gasta trabajando y que es un símbolo del hombre holgazán que vive de trabajo ajeno. ¡Que contraste entre la abeja y el zángano! Y este tipo de contraste, ¿no se advierte también entre los seres humanos?
Mientras abundan las abejas laboriosas, que atienden con responsabilidad su trabajo diario, están los otros, los que se creen listos, los tristes vividores, que sistemáticamente rehuyen todo trabajo que demande algún esfuerzo. Los primeros luchan y transpiran, en tanto que los segundos pasan la vida esquivando toda responsabilidad. Así esta divida la sociedad: unos empujando el carro y otros siendo llevados por el.
Pero como sucede en el mundo de las abejas, quienes se mueven constructivamente destila miel de sus buenas acciones y con ellas endulzan la vida ajena y labran el bienestar propio. Son como las abejas: se mueven con empeño y laboriosidad. ¿Y que diremos de los otros? Si, podrán llevar una vida mas liviana, aparentemente mas placentera, pero en el fondo sintiéndose inútiles y fracasados.
Cuanto más progreso y felicidad teñiría la gente, si no existieran los flojos y los holgazanes y si los que son realmente activos se ocuparan en hacer solo lo bueno.
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